El expolio de las campanas, que sigue todavía produciéndose en la provincia de Soria, no es una cuestión sólo de nuestros días, como muestran los libros de fábrica de ciertas iglesias. Si un templo se abandonaba solía ser empleado como cantera y lugar de donde extraer todo lo aprovechable, comenzando por los bienes muebles y más fácilmente transportable. Las campanas no se salvaron de este destino, sobre todo si estaban en estado de uso, y los expoliadores fueron con frecuencia vecinos de las poblaciones más próximas al edificio que había dejado de tener uso. En este caso pasó con las campanas de Rabanera, fechado poco después del momento en que se debían haber ido sus últimos pobladores, momento en que los vecinos de pueblos colindantes aprovecharon para sustraer, entre otros bienes de la iglesia, su campana mayor. Hoy todavía, la espadaña de lo que fue iglesia de Rabanera permanece en pie, contrastando con la ruina de la iglesia románica. Parece que dicha campana nunca volvió a su sitio, condicionada como estuvo la sentencia “para en el caso de restablecerse la vecindad suficiente en dicho lugar de Rabanera”, aunque, volvieran o no los vecinos, tres décadas que se le encargó a un campanero la fundición de una nueva campana, encargo que efectuó. La expoliada desapareció de la documentación como tiempo antes había hecho de la tronera de la iglesia de Nuestra Señora la Blanca.